miércoles, 19 de diciembre de 2007

Antigua Basílica de Guadalupe: Redescubriendo el esplendor de la fe

Ahora que están próximas las celebraciones de fin de año, Traveling lo invita a redescubrir el recinto que albergó a la primera basílica de América y una de las tres construcciones religiosas que a lo largo de su historia ha atraído a millones de fieles, solamente superada en el arribo de creyentes por la Basílica de San Pedro en el Vaticano y La Meca en Arabia Saudita.

La Antigua Basílica de Santa María de Guadalupe, como es su nombre oficial, es en realidad la cuarta construcción levantada en honor de la guadalupana y está en un proceso de restauración extrema.

Es única en su tipo, pues en todo el templo pueden a apreciarse simple vista, distintos estilos de constricción, sólo resaltando el arte barroco.

Su construcción, factor de unidad

Al entrar entre sus muros, el visitante verá a través de su construcción, el factor de unidad y símbolo nacional que Santa María de Guadalupe ha sido para los mexicanos, luego que su edificación fue realizada por donaciones y mano de obra de los mismos fieles.

Citando como primer ejemplo, la construcción de “La Capilla del Cerrito”, erigida en 1666, cuando el panadero Cristóbal de Aguirre y su mujer, Teresa Pelegrina, pagaron la edificación de dicha ermita.

Observará también en sus retablos, próximos a quedar totalmente restaurados, la historia de las apariciones, aceptación y profesión en la fe guadalupana por los antiguos mexicanos.

Consagrada el primero de mayo de 1709, en la Antigua Basílica, según cuentan las leyendas, el arquitecto Pedro de Arrieta, quien la concibió, colocó las cuatro torres, la cúpula principal y el arco poligonal sobre la puerta principal, para así poder relacionar al edificio simbólicamente con el Templo de Salomón, que según las escrituras, seguía estas mismas formas, ya que con ello la religión católica en esos días, pretendía además de convertir a los nativos de estas tierras, demostrar que la Nueva España, era también un territorio consagrado y escogido por la Madre de Dios.

A esto, también Arrieta colocó en cada una de las puertas, relieves con apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, además de efigies de los apóstoles y los profetas.

En su interior, la fe materializada

En el terreno del misticismo, la guadalupana le mostrará al viajero, su “verdad” y cómo es que ha mantenido erguido este edificio, luego que durante los años veintes del siglo pasado, un arreglo foral por poco destruye el altar mayor y el baldaquín que lo resguarda, esto, a raíz del encontronazo que se dieron la iglesia católica y el Estado mexicano durante la llamada guerra cristera.

Verdad, que hasta hoy, ha sido deformada y que usted podrá enterarse de viva imagen en la nueva Basílica, al ver la prueba del atentado: la figura del Santísimo que quedó chamuscada por la explosión de aquel día, sin siquiera dejarle un rasguño a la estampación de la madre de Dios.
Y si hablamos de imágenes, el visitante también sabrá gracias a los retablos de esta construcción, que la imagen de la guadalupana no fue zurcida, grabada o pintada, sino, estampada por la misma morenita del Tepeyac, convirtiendo así al ayate de Juan Diego, único en su tipo en el mundo, sólo teniendo como “parangón” al manto de Turín.

Y ya entrando de lleno en el tema, si el viajero se interesa tanto en la historia del manto de Juan Diego, conocerá las intentonas de varios investigadores por saber la técnica de esta estampación, cuestión que ni la misma Nasa ha podido explicar, razón que como bien dicen los que resguardan el ayate, aumenta la fe en la Virgen de Guadalupe.

Y por si no quiere caer en el fanatismo, podrá enterarse del brote repentino de un manantial, que fue tomado por los creyentes como una señal para sanar los males, pero al beber de sus aguas y lavarse con ellas en el mismo lugar, los fieles provocaron una avalancha de infecciones.

También, cuando entre al templo y vea las águilas que enriquecen el lugar, no se confunda, no son águilas republicanas, más bien, representan la insignia del emperador Constantino, cuando éste se convirtió al cristianismo.


La elevación a Basílica

Igualmente, quien visite el templo, se enterará que no fue fácil para el inmueble, tener el rango de basílica, pues en sus inicios sólo era una casa de oración e iglesia para los fieles, y luego, en 1749, Colegiata, es decir, una categoría religiosa, que para atender a los fieles, habría que disponerse de un abad y hasta un cabildo. Cuestiones de la burocracia católica novohispana, que el visitante apreciará.

De esa fecha, tuvieron que pasar 155 años, para que el edificio fuese elevado al rango de basílica, incluso primero llegó la coronación de la guadalupana otorgada por León XIII en 1895, cuando por este motivo, fue retirada la sillería del coro y se colocó el baldaquino o trono monumental sobre el altar mayor.

Y fue ya en 1904, cuando el templo adquirió la categoría de “Casa Regia” o basílica, una palabra de origen griego y que es habitualmente utilizada para los templos dedicados a santos de “alcurnia”.

Desafiando dificultades

Y por los hundimientos a causa del inestable terreno, la Antigua Basílica fue cerrada para su conservación y restauración en 1976, para luego ser reabierta en el año 2000 con motivo del llamado año del jubileo y el Segundo Congreso Eucarístico Nacional, momento en que, por decreto del arzobispo de México, Norberto Rivera, se convirtió en templo para la expiación de los pecados.

Donde igualmente no quiere dejar pasar la oportunidad de celebrar el Encuentro Mundial de las Familias en México y la visita de Benedicto XVI en el año 2009.